Cuestiones de andar por casa

Son muchas las ocasiones en las que escuchamos decir en la cafetería más cercana que, la justicia no existe, que el sistema judicial no funciona. Y ciertamente en muchas ocasiones dudamos de su existencia en el marco como la conocemos: ciega y sólo, con el resto de los sentidos, fallar a favor o en contra, o lo que viene a entenderse como dar la razón o no dar la razón.

Si seguimos escuchando en ese café, escuchamos como comentan cómo ha sido fácil engañar al juez o al abogado de contra parte, lo triste es que ni engañan al juez ni a nadie en la sala, pero se basan en unos hechos, pruebas testificales, documentales y quizás la apreciación de su Señoría desde el lugar donde ocurrieron los hechos.La cuestión no es si dudamos actualmente de la justicia, o si por el contrario, dudamos que haya existido dicho equilibrio en la toma de decisiones durante todos sus años. Realmente para que la sociedad actualmente comente que, la justicia no existe, que el “sistema” no es fiable y que no funciona, han tenido que sucederse muchos desengaños, llegando a un punto de insostenibilidad dentro de la propia sociedad.

La sociedad se ve engañada continuamente, ya no hace falta ver o leer un medio de comunicación para sentirnos involucrados en dicha trama de mentiras, tan solo es necesario escuchar unas palabras, y esas palabras llevan implícito el engaño. Ya no es posible estrechar la mano, aunque aún queden señores y señoras, la desconfianza se cierne sobre todo lo que hacemos, todos nuestros movimientos gira dicha sombra.

El saber si confiar o no en las palabras o en los movimientos está en las miradas. Aunque la tecnología muchas veces no lo ponga tan fácil.

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